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miércoles, 13 de marzo de 2013

ANNABEL LEE y Edgar Alan Poe...


 


Virginia Eliza Clemm Poe, cuyo nombre de soltera era Virginia Eliza Clemm (Baltimore, 22 de agosto de 1822 – Fordham, Nueva York, 30 de enero de 1847), fue la esposa del escritor romántico estadounidense Edgar Allan Poe.















  


File:PoeMarriage.JPG 



Eran primos hermanos, y se casaron cuando ella tenía 13 años y él 27.  Virginia enfermó de tuberculosis en enero de 1842, y murió por esta causa en enero de 1847, a los 24 años de edad. Su fallecimiento se produjo en la casa de campo de la pareja, situada en las afueras de Nueva York.
 Virginia, manifestó su amor por Poe en un poema acróstico que escribió cuando tenía 23 años, fechado el 14 de febrero, día de San Valentín, de 1846.








 
  
 File:VirginiaValentine.jpg

El poema  acrostico (del griego ákros: extremo, y stikhos: línea o verso) es una composición que  encierra un mensaje en  las letras iniciales, medias o finales de cada verso u oración, que leidas en vertical contienen el título o un nombre al que va dedicado. 



 
Ever with thee I wish to roam -
Dearest my life is thine.
Give me a cottage for my home
And a rich old cypress vine,
Removed from the world with its sin and care
And the tattling of many tongues.
Love alone shall guide us when we are there -
Love shall heal my weakened lungs;
And Oh, the tranquil hours we'll spend,
Never wishing that others may see!
Perfect ease we'll enjoy, without thinking to lend
Ourselves to the world and its glee -
Ever peaceful and blissful we'll be.
Deseo vagar siempre contigo,
queridísimo, mi vida es tuya.
Dame una cabaña por hogar
cubierta de una espesa enredadera,
lejos del mundo con sus pecados y sus preocupaciones
y del cotilleo de muchas lenguas.
Sólo el amor nos guiará cuando estemos allí,
el amor curará mis débiles pulmones;
qué tranquilas horas disfrutaremos
sin cuidarnos de los demás,
en perfecta calma gozaremos,
apartados del mundo y sus reclamos.
Siempre tranquilos y felices viviremos.

ANNABEL LEE. Edgar Alan Poe
Poe, en 1849 dedicó su último poema a Virginia, de quién se enamoró siendo jóvenes y de quién siguió enamorado después de su muerte. Un amor tan profundo del que tenían celos hasta los ángeles


Hace de esto ya muchos, muchos años,
cuando en un reino junto al mar viví,
vivía allí una virgen que os evoco
por el nombre de Annabel Lee;
y era su único sueño verse siempre
por mí adorada y adorarme a mí.

Niños éramos ambos, en el reino
junto al mar; nos quisimos allí
con amor que era amor de los amores,
yo con mi Annabel Lee;
con amor que los ángeles del cielo
envidiaban a ella cuanto a mí.

Y por eso, hace mucho, en aquel reino,
en el reino ante el mar, ¡triste de mí!,
desde una nube sopló un viento, helando
para siempre a mi hermosa Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de mí;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla allí.


¡Oh sí! -no tan felices los arcángeles-,
llegaron a envidiarnos, a ella, a mí.
Y no más que por eso -todos, todos
en el reino, ante el mar, sábenlo así-,
sopló viento nocturno, de una nube,
robándome por siempre a Annabel Lee.

Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,
más grandes que ella fue, que nunca fui;
y ni próceres ángeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en sí,
separarán jamás mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.





Pues la luna ascendente, dulcemente,
tráeme sueños de Annabel Lee;
como estrellas tranquilas las pupilas
me sonríen de Annabel Lee;
y reposo, en la noche embellecida,
con mi siempre querida, con mi vida;
con mi esposa radiante Annabel Lee
en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.

Versión de Carlos Obligado, poeta, crítico y escritor argentino 1889-1949






Hay un nombre cuyo ruido hace
temblar al aire como si fuera de algo
el de mi hermosa ANNABEL LEE: el de una niña
que me amó como si yo algo fuera
y que al morir supo tan sólo
a Dios decir un nombre, un ruido:
ANNABEL LEE.

Yo era una niña y ella casi un niño
nadando los dos bajo el mar; pero
nos amábamos ambos de algo como hierro
y llorábamos juntos los dos, bajo el cielo.
Y fue ese el motivo quizá por el que un día
una lágrima cayó del cielo disolviendo
como un ácido el cuerpo que temblaba
de mi hermosa, de mi pálida ANNABEL LEE, y entonces
vinieron sus padres, gente de dinero
a hacerse cargo del alma, y dicen
que la enterraron bajo el mar.


Pero hoy los huesos de una niña bailan
allí junto a una roca, cerca
de aquel reino moribundo que hay
debajo del mar, y cantan
aún esa canción demente, la
de los seres que
se enterraron juntos pronunciando
a solas el nombre de
ANNABEL LEE.
Versión de Leopoldo Maria Panero, uno de nuestros poetas malditos .





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