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sábado, 26 de noviembre de 2011

a una mujer... cortazar




A una mujer

No hay que llorar porque las plantas 
crecen en tu balcón,
no hay que estar triste si una vez más 
la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga.
Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, 
cuando yo
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo 
que el paso por el día era lo efímero, 
el agua que resbala por las hojas 
hasta hundirse en la tierra.

Sólo dura la efímero, 
esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad 
con ojos huecos,
y el sonido sin música, 
la palabra sin canto, 
la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia
que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente
nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua 
cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.

¿Qué quiere decir esto?
Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo,
y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: 
oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real 
es el hueco que queda en el papel, 
el golem que nos sigue sollozando
en sueños y en olvido.


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