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lunes, 13 de mayo de 2013

Cómo bajar las escaleras con estilo...

10 MAY 2013
A fuerza de repetírselo se han creído delicados jarrones chinos que hay que situar en un lugar destacado. La metáfora se aplicaba, en principio, a los expresidentes de Gobierno que, una vez agotado su mandato, debían tener cierta visibilidad inútil en un ángulo oscuro de los becquerianos salones del poder pero pronto, por simple imitación, cientos de expresidentes de comunidades, insignes alcaldes, presidentes del Congreso o comisarios europeos reivindicaron el estatus de jarrón chino y ahí están, afeando nuestras casas y entorpeciendo cada día más nuestros pasos.
Hasta hace poco tiempo se conformaban con un cierto estatus institucional pero, con el paso del tiempo, han adoptado un relativismo moral que afecta por igual a la política, a la ideología y al bolsillo. Estos delicados jarrones chinos son ahora el estandarte de empresas energéticas y de comunicación. De alguna forma se justificaran a sí mismos sus sueldos millonarios, sus dedicaciones estrambóticas, pero son un claro mensaje a la ciudadanía del final de los principios y de la ética política.
Todos los partidos poseen su temible colección de jarras y jarrones chinos pero en el caso del PSOE la aglomeración de estos feos objetos es realmente terrible. Inundan los lugares de paso, las zonas de descanso e incluso las salidas de emergencia necesarias ante esta pavorosa crisis.
Los peldaños del ascenso social son fáciles de subir porque el éxito —que no el amor, querido Shakespeare— hace livianas las cuestas y nos da alas para superar los muros, sin embargo, bajar las escaleras con elegancia es un difícil arte que la democracia española no ha aprendido todavía. Por eso, sería bueno tener en cuenta alguna de estas recomendaciones, que el pueblo llano conoce perfectamente, pero que vuestro autoengaño os impide siquiera divisar.
Primero: No te pagan por trabajar en la empresa privada, ni siquiera por trabajar. Lo hacen para comprar una marca, una fidelidad a los intereses privados por encima de cualquier consideración pública. Aceptando sus proposiciones estás diciendo que todo se vende y se compra, que la vida política es sólo un eslabón para el ascenso social más descarado. Léete a Balzac, por favor.
Segundo: que los grandes grupos comunicativos no te hacen entrevistas exclusivas por la importancia de tu figura sino porque tus declaraciones van a ser la munición con la que carguen contra la fuerza política a la que representaste. Resulta completamente obsceno el desfile de antiabortistas, vaticanistas, monarquistas empecinados, adoradores de las políticas austericidas, defensores de Angela Merkel, anticatalanistas, antiautonomistas que exhiben en sus títulos de crédito la marca PSOE.
Tercero: Por muchos años que hayas ejercido el poder, no eres el más listo, el único que comprende la complejidad de la situación. Nadie te ha expedido un título que te permita mirar por encima del hombro al conjunto de la ciudadanía y ni te han acreditado como jurado de las actuaciones de tus compañeros. No hay personas más torpes y molestas que quienes piensan que no pueden aprender nada de los demás.
Cuarto: Sería conveniente que te preguntaras qué has hecho de tu vida, cómo has conseguido ser tan desgraciado, no disponer de una profesión propia, de un lugar al que volver. Es necesario ser un poco tonto para considerarse tan listo. Pregúntate en qué momento buscaste en la prensa solo tus fotos y tus titulares; cómo tu vida se separó tanto de la de la gente normal; cuándo te aterrorizó volver a tu barrio y a un círculo de amigos que no sean un club de aduladores.
Quinto: Si aún así persistes en formar parte de la rebelión de los jarrones chinos, crea junto con los demás un nuevo partido. A fin de cuentas no hay nada más parecido a un jarrón chino que otro. Solo os separan las marcas que os esponsorizan pero en todos late idéntica prepotencia, similar convencimiento de que la realidad es inamovible y la rebeldía un error. El gusto por la comida cara y las marcas de lujo harán el resto.

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